domingo, 28 de febrero de 2016

Prosa.

       
                                     Nuestros

Qué alegría da ver a los jóvenes en las calles.  Su poderosa algarabía de
guitarra y cantos nos dice, textualmente, quién gobierna un país.
Ellos representan la sonrisa de un corazón compartido por todos menos
por los amargos y los asesinos.
No importan la lluvia en las ciudades ni el sol echado en sus pieles: son
el latido de nuevos amaneceres. Por eso peligra el moho del pensamiento
viejo, inválido;  ese que supura odio a la vida, que planta tanquetas en
las aceras y no flores apasionadas.
Donde se incineran las semillas del futuro no habrá paz.
Donde se hurta la primavera portentosa: desamparo, oscuridad.
En México ser  joven es un delito que amerita desaparición forzada y muerte.
En México priva la noche de las noches y perece la memoria.
Este país no ama a sus hijos. Este país los tortura. Este país los silencia.
Este país les desolla el rostro. Pero son nuestros hijos, nuestros hermanos,
nuestros nietos, nuestros sobrinos: ¡nuestros al fin!

¡Cuánta juventud hace falta, cuánta luz y esperanza daría a esta tierra!



JC





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