Poema 2
Se van de la ciudad los que no toleraron su jadeo de autos, su
ruidoso canto de tripa hambrienta.
Estos animales vulnerables a la angustiosa marea de la noche
ahogan gritos que romperían el alba de cristal.
Las profundidades del río de miedo que riegan por las callejas
son como el ojo de un huracán ciego.
Ciertamente un continente de soledades se alza sobre esta maquinaria
que rebana la espesura de los sueños.
A lo lejos se miran hombres derrotados por la espada monstruosa de esta omnipotente nebulosa
cableada.
JC.
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