jueves, 18 de mayo de 2017


Integrar.

                                      Moneda

La transformación del hombre es la transformación
de su experiencia interior.
"Agitar la profundidad del mar mental y sus oscuros
efluvios, implica un riesgo que no todos deciden
tomar".
Resulta peligroso encontrarse frente a frente con
la fútil dependencia a las ataduras confortables.
De primera mano conozco los infiernos que Celine
describió en  su "Viaje al fin de la noche",su densa
novela.
Practicar la locura insondable, sumergirse en la guerra
 contra uno mismo y perderla.
Conocerse tal como uno es, en esa pavorosa desnudez
de máscaras duele  demasiado.
Descubrir el mal aliento de una boca farsante escupiendo
mentira tras mentira; atreverse a ver el dolor del espejo
enfrente resulta un acto suicida.
Esta necrofilia duerme
dentro de uno.

 Si tú llegaras a conocer
la maquinaria de terremotos que te habita;
la mancha negra sombría, pestilente, que posees,
te volverías sabio o perverso; un renunciante o un
hedonista presto a escribir su historia.
Cuando se es infame,  uno nunca amanece.
No existe luz en el alma.
 ¿Cómo hice yo para no morir?
Viví en la simulación, cree mi propia narrativa
mentirosa.

"Sé cómo ser malo"

Con mi exquisita sensibilidad aprendí a hacer daño;
a usar las palabras como
dagas filosas; cómo asesinar, cómo devorar.

¿No es así la maldad que nos gobierna?

Imposible ser neutral para existir: o se es o no se es.

Pero, ese pero que lastima tiene un límite, un fondo,
un dolor incalculable: se reconoce uno en la terrible
sombra.
Nada anestesia el dolor de conocerse ruin, malo,
nefasto, desequilibrado, ausente de luz.

Dentro moraba un niño herido, golpeado, moribundo,
ultrajado, violado, forzado a ser bueno, limpio,
obediente,
callado y feliz...
Cada virtud se escondía en mi subterráneo:
ser malo era más rentable: desconocía como
ser bondadoso,
eso me parecía cursi...

La luz se me desveló un día. Había roto corazones a
diestra y siniestra.

No tenia perdón.

Me metí al taller de reparación de las vidas
destrozadas
a buscar
una madera más resistente
y a paso de hormiga,
reconstruí
el hormiguero que desmadré;

Si necesitaba perdón era el mío primero.

Si necesitaba compasión y no lástima,
era aceptar esa sombra,
abrazarla e integrarla como mí creación.

Entonces luz y la sombra se reconocieron
como
moneda
de
dos frentes,
dos caras.

JC.




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