viernes, 5 de mayo de 2017



                         EL FIN DE LA INFANCIA

Ayer las aguas discutieron furiosas sobre la idiotez de
nombrarnos civilizados.
Un sonoro manotazo derribó nuestra petulancia de cablear la luz.
Yo, tú, ellas, asistimos al estallido de hojas fritas por la explosión
del rayo en el corazón magnético del transformador.
Sí, el Señor Cielo se encabronó con nosotros.
Sí, nos enseño la humildad con sus grandes granizos de acero.
Sí, derritió nuestras pieles de plástico como máscaras injertadas
sobre hueso.
Sin duda, algún Moises juntó a las especies, pero tiempo no tuvo
siquiera de clavar los leños serruchados.
Sabemos que, cuando así lo desee el Señor Cielo, moriremos aplastados
como hormigas: sí, esa altura tenemos.
Desde arriba nos miran las longevas montañas, y con certeza, nos han
sorprendido escupiendo hacia sus cumbres.
Un grupo de volcanes disidentes planean devolvernos los escupitajos
con sus hocicos de fuego.

JC

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