jueves, 11 de mayo de 2017


                                     Poema 2

Se van de la ciudad los que no toleraron su jadeo de autos,

        su ruidoso canto de tripa hambrienta.

Estos animales vulnerables a la angustiosa marea de la noche

         ahogan gritos que romperían el alba de cristal.

Las profundidades del río de miedo que riegan por las callejas

son como el ojo de un huracán ciego.

Ciertamente un continente de soledades se alza sobre esta

maquinaria que rebana la espesura de los sueños.

A lo lejos se miran hombres derrotados  por la espada

monstruosa

                     de esta omnipotente nebulosa

contaminada.

JC.


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