sábado, 15 de agosto de 2015

LA CONCHA


                                            LA CONCHA


Un mañana cuando me disponía a desayunar, escuché ruidos dentro de la panera,
la destapé y vi a un diminuto hombre desnudo con una migaja entre las manos, la devoraba ansioso y sin pudor.
Levantó la mirada y me gritó: - Oye ¿tienes leche?
¡Este pan está muy seco y se me atora en la garganta!
Asombrado y asustado, inmediatamente se la serví en un dedal.
-¡Oye, gracias valedor! dijo la miniatura.
-Este...de nada, balbucee.
-Qué ¿te espanté? dijo aquella vocecita.
No le respondí, pero lo observé sumido en un silencio profundo. Muchos años fumé opio; lo combinaba con alcohol sin destilar; había tenido episodios de psicosis
y alucinaciones, pero de eso, hacía diez largos años que guardaba una sobriedad a prueba de balas.
Un médico me advirtió sobre los rebotes: mi sangre saturada de droga, podría darme sorpresas desagradables, y al parecer, estaba teniendo uno.
-¿No me vas a contestar? dijo mi alucinación.
-No, tú no existes; eres un rebote, respondí.
-¡Quiero un bizcocho y más leche, valedor! insistió aquella cosa.
Sin más, me levanté de la mesa y dejé atrás esa visión absurda.Sentí un leve golpe en la cabeza, voltee: el hombrecito blandía un trozo de bolillo en la mano.
-¡¿Quién te crees, idiota?!  ¡Quiero un bizcocho y más leche!, gritó
sulfurado.
-¡Pues te daré un bizcocho! dije al momento que lo aplastaba
con una enorme concha.
Entonces corrí a marcarle al médico.
Bajo aquel pan yacía un mini cadáver lleno de azúcar.

José Cruz.

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