martes, 4 de agosto de 2015

EL secreto.


                                          El  secreto


Llevo tres días con sed. ¿Porqué todo se manifiesta en una Trinidad?
Tres días en el desierto, tres días sin agua, tres visiones.

Hace tres semanas llegué a instruir mi santidad. En mi mente resonaban
las sabias palabras de Don José: "El apego a la mente te contrae,
te vuelve un individuo cuando, en realidad, eres Dios."
¿Qué onda con toda esa jipisa que recurrió en los 60's a las plantas de poder?
¿Que sucedió con esa generación buscadora del quid de su existencia?
¿Qué cristal se rompió dentro de esta para convertirse en "gente de bien";
en practicante de una burocracia conservadora, sedentaria?
¿Olvidaron que somos Nación; que esa promesa le hicimos a la tierra sagrada?
El desaliento me embargó, y sentí aversión ¿qué le pudo haber pasado en el
trayecto a si misma?
Eran las seis de la mañana y el sol advertía que incendiaría mi corazón, mi cabeza.
Me cubrí la frente con un pañuelo húmedo y re-inicié mi marcha.
"La aversión es atadura", dijo la voz del chamán. Esa poderosa voz estaba metida
en mi desde el día de  mi iniciación en El Kayaumari:
"Cada día, cada instante, el mensajero llega
mientras pasamos tiempo dilucidando la autenticidad del mensajero,
el mensaje toca al corazón endiosado,
mientras seguimos verificando el tamaño de la carta,
la historia personal del mensajero, o el mito de su advenimiento
en el corazón humilde florece el mensaje.

Cada día, cada instante, el mensajero llega
mientras estudiamos la grafología de ese mensaje
y la calidad del papel donde fue escrito
en el corazón silencioso se gesta el tiempo sagrado
el templo tocado por el espíritu.

Cada día, cada instante, el mensajero llega
Cada día, cada instante, el mensaje toma carne y sangre
Holocausto en la forma humana
Apocalipsis del misterio."

Y era irremediable la ruta de fuego que había decidido enfilar.
Esas almas polvorientas, ancianas, de piel rugosa, me conducían a lo sagrado.
Inhalé profundamente. Todo el paisaje se metió en mi alma; incluso el cielo
y ese mar seco.
Lo que nombramos vida era ese andar; uno decidía penar o amar: morir o vivir.
Vi la creación de las constelaciones, de los océanos. Los Espíritus guardianes
me cuidaban. Y se reveló el conocimiento en la lava de los hechos concretos.
Me fue dado para esconderlo, callarlo, guardarlo en el corazón como un secreto
divino.








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