martes, 4 de agosto de 2015

ANACRONÍA.



                                            Anacronía


Pocos momentos tuve para verlo, para visitarlo. Él había dado señales de que
su mente torcía el tiempo, de que revolvía acontecimientos del presente con
el pasado haciendo , en una suerte de prestidigitación, una conexión con sucesos
futuros que resultaban presuntamente coincidentes con su locura.
O sea: una "anacronía funcional"; sin embargo, esa afortunada disociación lo
tenía en un psiquiátrico. No padecía esquizofrenia si no algo más complejo.
Cuentan que entraba en trance súbitamente, que el timbre de su voz se hacía
grave o agudo como si su cuerpo fuera una vasija que alojara espíritus de distintas
edades, y entonces, profetizaba. "Tiene dones mediumínicos", dijo una visita avezada
en chamanísmo pero, como asustaba a los médicos, le ataron una
camisa de fuerza y lo aislaron en un cuarto acojinado.
Un año encerrado potenció su don de vidente, de médium, de profeta.
Una noche empezó a gritar de dolor, -¡me quemo, ayúdenme!, los enfermeros lo
ignoraron. Al otro día que le desataron la camisa, vieron sorprendidos, quemaduras en todo el torso, él  yacía inconsciente y  lo llevaron a la ala extrema de cuidados intensivos a que lo atendiera un experto para evaluar la profundidad de las heridas.
En la tarde, a causa de un corto circuito, el pabellón de psiquiatría ardió en llamas.






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