sábado, 4 de julio de 2015

TRIBUTO




Me volé el bigote y me parezco un chingo a mi padre...
En verdad me sorprendió el espejo: igualito.

Supe pocas cosas de él, de sus avatares en la vida.
Y eso que no nos abandonó jamás; estoicamente se mantuvo
en su papel de Mister Carleone.
Eramos dos extraños frente a frente como en una escena de western:
listos para dispararnos al corazón.
Su hermetismo era grave, siempre le costó un huevo comunicarse.
Lo único que recuerdo es que fue policía de Tijuana a los veintitantos.
Y esto, porque el dato se le escurrió en una conversación con un cliente
de su papelería.
Triste lo del viejo...

Yo escogí a mis padres antes de nacer para cumplir karma y perfeccionar
el alma; mis tendencias los eligieron antes de nacer: ¡neta, no ando pacheco!
De no oponerse , no me hubiera dedicado a la música, y además, hubiera
sido un un blandengue sin carácter.

A punto de cumplir 60, descubro que estoy tributando sus rudas enseñanzas.

Recuerdo cómo murió: recargado en su auto, llegó un cliente y, al disponerse
a atenderlo, se resbaló y su cuerpo cayó de espaldas en la banqueta...
su cráneo se fracturó.
Ya no volvió en si. Me despedí de él en el 20 de noviembre, donde también
falleció Lydia, mi madre. Le di un beso en la mejilla y le dije que lo amaba
y agradecí fuera mi padre en esta vida: lloré.








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