miércoles, 8 de julio de 2015

Rock nacional. Santiago Alvarez


Introducción metodológica. Bajo la sociología del conocimiento, el “rock mexicano” pasa por tres filtros metodológicos: el primero es una relativa “neutralidad ideológica” que nos obliga a adoptar una “niñez intelectual” y situar al fenómeno (el rock mexicano) en sus mínimos ingredientes con los cuales se ha manifestado en la realidad. Esto elimina el hecho de debatir desde un punto de partida viciado: una apreciación del rock mexicano desde un juicio de valor formulado anteriormente (nuestros gustos). El segundo es la intersubjetividad, la cual propone un dialogo con los diversos enfoques que son producto de las distintas apreciaciones del fenómeno. Lo anterior equivale a ponerse de acuerdo en qué es y cómo se aprehende el rock mexicano (un consenso). Por último, al ser un fenómeno y una fuente de conocimiento, el rock mexicano está subordinado al momento histórico en el que se concibe. En otros términos el concepto de rock mexicano no es el mismo del de hace 10, 20 ò 30 años, se encuentra en constante movimiento, tanto en la realidad como en nuestro pensamiento.

El debate sobre el contexto sociopolítico del rock mexicano. Es importante aceptar que el concepto “rock mexicano” conlleva una contradicción. El rock (el género musical abstracto que radica en la herencia y esencia del blues nacido al sur de EE.UU.) es un proceso ajeno a la experiencia cultural mexicana. Por lo tanto su temprana aprehensión se basa en un rasgo imitativo, ya sea la copia musical y la traducción al español, la propuesta musical y la letra en inglés o una copia íntegra de la elaboración musical y la letra en ingles (el cover). La adopción acrítica del rock n roll (un rock blanco digerido y adaptado a los valores occidentales más que a la cosmovisión negra) dejó en evidencia la condición histórica en la que México, partiendo de la negación indígena, no promovió un dialogo integro con la cultura negra del blues. La juventud mexicana que vivió los primeros momentos de este rock era parte de la clase media que había alcanzado un importante pero relativo estatus económico, político y cultural derivado del desarrollo mexicano iniciado básicamente con Lázaro Cárdenas (el proyecto nacional derivado de la institucionalización de la Constitución de 1917), y que posteriormente fue deconstruido a partir de los años 1970-1980 en adelante. En esa transición, en medio de la llamada Guerra Sucia, el rock mexicano comenzó a adquirir un matiz propio, entre la marginalidad y la profundización del genero (el hoyo fonky, las letras en español, el desarrollo de las distintas variantes del rock y la música popular, la agresión de clase a la juventud mexicana y las contradicciones del modelo económico). Hacia inicios de la década de 1980 comienza a despuntar una relativa liberalización de medios y espacios, al igual que la formulación proyectos propios que proponen un giro en la construcción social del rock mexicano. Es decir, la reivindicación del género a nivel “nacional” por medio de un proyecto integro: una escena que pueda reproducirse por sus propios medios; la cooperación más que la competición entre bandas; la elaboración de letras en español que reivindiquen el habla, la literatura o la problematización de la realidad social mexicana; la personalidad, caracterización y dialogo de sus miembros; la recuperación puntual de rasgos históricos incorporados al imaginario, estructura musical o dialogo; entre otros ejemplos.
Si bien la década de 1980 dio origen a una mayor identidad del rock mexicano, a su vez coexistió con la profundización de la crisis estructural capitalista y la internacionalización económica y política (la ahistórica, acrítica y vulgarmente llamada “globalización”, la ideología que intenta justificar la “desaparición del Estado–nación” y la “transgresión de las fronteras políticas, económicas, geográficas y culturales”). Este proceso desreguló la entrada de “un nuevo mercado” (rock en tu idioma y la expansión de la cultura anglosajona después del colapso soviético) que incrementó el consumo de rock bajo una lógica perecedera, de mercadotecnia e idolatría al rockstarcismo.
El contexto que en líneas generales ha predominado durante las décadas de 1990 y 2000 responde a la desarticulación de una escena “nacional”, la sistemática integración profunda y ampliada a los mercados internacionales y los patrones hegemónicos de apreciación cultural. A su vez, existe una escena fragmentada por la continuidad de proyectos genuinos, el surgimiento de propuestas efímeras y laxas (ZoesKinkys, etc.) la rápida proliferación de grupos que hacen uso de las ventajas del internet como canal de difusión y la heterogeneizaciònclasista del mercado musical en su conjunto. Todo ello aunado a la erradicación de un interés PÚBLICO en la difusión y apreciación cultural–musical (ya sea en términos de conquistar y defender espacios o la implementación de una política pública constructiva).
La colonialidad. Como producto de esta reflexión, y con el debido uso científico de un juicio de valor como resultado (no como punto de partida), el análisis del rock mexicano no puede pasar por alto la colonialidad en el ámbito cultural. La colonialidad obedece a una larga tradición teórica que busca las similitudes y diferencias, las rupturas y continuidades del colonialismo y la subordinación económica y política a los centros capitalistas (la dialéctica centro–periferia, desarrollo–subdesarrollo, el imperialismo, la dependencia, la modernidad, etc.) En este sentido la cultura adquiere un sentido ampliado, es decir, cultura como la forma de aplicar la política económica, la manera de hacer política, los métodos de apreciación artística, etc. En el fondo y en suma, el debate recae en el hecho de que en México existe de manera general una interiorización de diversas expresiones del desarrollo histórico colonial. Entre ellas la aceptación y reproducción de una aparente “cultura superior” colonial (en este caso el rock, abstracto y vacuo, que obedece a un lógica de mercado y a la American Way of Life) que remplace la esencia histórica y geográfica de México. Por otro lado, es importante radicalizar la crítica al rock de mercado EN CRISIS, que al mismo tiempo forma parte de la CRISIS estructural capitalista que pesa sobre el mundo a partir de la década de 1970. La noción de CRSIS abre un margen de maniobra a la posibilidad de emancipar el concepto de rock mexicano y reivindicarlo por medio de proyectos integrales que construyan en el largo plazo.

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