martes, 7 de julio de 2015

MOVER UNA PIEDRA.

                                              Mover una piedra

 A María José, con todo mi amor.

Cuando estudié en la ENEP Zaragoza UNAM, fui el segundo mejor promedio de toda la carrera de Estomatología ( odontología con estudios en medicina general.)
Estudiantes de odontología tenían la corta visión de que se harían ricos
una vez graduados cuando esta era una carrera de servicio.
Todo iba bien, pero me involucré en un un movimiento de alumnos para evitar que un catedrático de la OMS fuera expulsado por enseñar el Método Científico en su materia.

Cursaba el quinto semestre cuando el movimiento se politizó: los maestros de odontología, se separaron de los estomatólogos "comunistas", pues afectaba a sus intereses de clase.
 Tres largos meses de huelga, de resistencia y profundas reflexiones me llevaron
a asumir la música como profesión.
 Tiempo después, intenté retomar la carrera, pero todos lo documentos
que certificaban mi existencia como alumno de esa institución fueron destruidos,
anulados.

Fui educado con los valores de "ser alguien en la vida": equivalente a ser reconocido y aceptado por los demás por mi status profesional y económico solamente.
Pero mi conciencia exigía más conocimiento interno, no me conformaba
con el ostracismo reinante ni común.
Yo no era lo que hacía, era lo que SOY desde que nací: El Ser.
Ver por encima del hombro al que no tiene dinero ni valores materiales, es la
peor ignorancia y pobreza espiritual del ser humano, y eso me despierta un sentimiento de gran compasión hacía el jactancioso.
"El dinero es energía divina", aprendí; y si se acumula, causa mayor codicia
y desdicha.
Esa energía debe circular o gangrena el alma.
Nacimos para aprender no para retener: un rico tiene dinero por karma; puede
heredar una gran suma de dinero o bienes materiales, o puede ser un trabajador
incansable y honrado; el gran problema es el apego a su fortuna.
Patañjali, un sabio hindú, escribió sobre las 5 aflicciones del ser humano que producen dolor: ignorancia, egoísmo, apego, aversión, y estar aferrado desmedidamente a la vida.
No es broma desatender estas enseñanzas, ahí tenemos ejemplos vivos en
los políticos, o insaciables empresarios; los narcotraficantes y sus hijos, o
de mujeres u hombres que se casan con personas ricas y luego hacen caravana
con sombrero ajeno.

La insensibilidad de quien no procura su alma vive en completa desarmonía;
los insaciables deseos de adquirir mas se vuelven peligrosos para si y para
los demás.
Y bajo esa reducida óptica califican descalifican a los otros que no "viven con estilo" como ellos, tristemente, carecen de discernimiento.

Esta es la pobreza de la piedra que es materia a más por no poder ser flor.

                                              Carencia

Nací en una familia preocupada por el dinero.
Era de clase media, pero se debatía entre la carencia de no tener la energía
necesaria para desapegarse del dinero y las posesiones materiales.
Todas las discusiones abordaban el tema sin tregua; la familia sufría dentro
de una casa de dos pisos con jardín donde enterrar a las viejas mascotas.
La carencia era un llavero que todos debíamos portar.
Mi padre y mentor, inconsciente de sus enseñanzas, se movía en un escenario
acorde a su jaula de conceptos: el miedo gobernaba su reino.
Y así, muchos padres de su generación, forjaron a sus hijos a imagen
y semejanza.
Padres preocupados: hijos desdichados y carentes de afirmación en el mundo.

María, mi hija, no nació bajo estas circunstancias terribles.
Contó con un padre ocupado en su crecimiento espiritual y proveedor
de sus necesidades reales a rajatabla.
Mantuve la prudencia de no evitar cometer los errores de mi padre a quien
amaré y agradeceré toda la vida.
Su padre es un ser humano como cualquier otro, sólo que consciente de
si mismo: a esta piedra la movieron a tiempo.















No hay comentarios:

Publicar un comentario