La vida es un ramaje.
¿Qué notas tocaré en la armónica para que el ramaje del cielo se desprenda?
Deseo el lucero de la esquina aquélla, la cintilante que me guiña el ojo.
Soy pobre y solo quiero ese brillo en las pupilas, pero antes debo soplar más
fuerte.
De niño miraba el cielo y este me devolvía, condescendiente, la mirada;
hacía un gesto de relámpago o de luna llena
o derramaba lluvia fría en mis párpados, mis labios.
¡Tengo diez años, le gritaba!; ¡Y estoy atrapado en este país,
en este planeta, en esta vida, pues tus ramas me impiden volar!
"Ningún niño nació para volar en este mundo", parecía contestar.
"Anda y juega en el parque", decía al parecer.
Hoy, a los sesenta años, toco blues y suena la armónica con un destello
de amor en los ojos de mi alma.
JC.
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