viernes, 1 de enero de 2016

Prosa.

                                   
                               Vigilar y amar

                                          1

Nadie supervisa el amor ¿Y el amor adolescente?

se pregunta uno: ¡bueno, solo la Iglesia piensa en

libido, suciedad y pecado!

¿Habrá algún día supervisores de amor?

De todos los impuestos ¿pagaremos impuestos

por amarnos?

¿Inspectores burócratas tabularan cuanto ama uno?

¿Nos detendrán en un reten para medirlo con un amorómetro?

¿Y si está uno excedido, lo meterán a la cárcel

o lo torturarán por amar demasiado subversivamente?

                                           2

No es erróneo decir que el amor a Dios se lo cobran a uno con

limosnas y autos y mansiones.

Tampoco es equivoco decir cuanto cuesta ir al cielo y cuánto vale

quedarse en el infierno.

¿Y los medidores de fe que nos visitan cada domingo con sus Biblias,

están en el purgatorio por pecadores o solo puro exhibicionismo mojigato?

¡Qué joda para quienes fueron vigilados por pecar 2015 años!

¡Cuántas hierberas ardieron; cuántos místicos y alquimistas visitaron las mazmorras

papales!

¡Asesinos seriales, eugenistas, violaron Europa y después América!

¡Solo faltó le revisaran la trusa o las pantaletas o pidieran dormir bajo la cama

al vasallaje!

¡Si de pecar se trata: yo he pecado un chingo y debería vivir pensionado en el

infierno!

¡Qué tal una competencia de perversiones y pecados!

                                                  3

Que el amor, el erotismo, la sexualidad, la ciencia, el alma, lo etéreo sean; y que el

poder, la ambición, la obscenidad, la codicia, y la estupidez tomen asiento en

butacas de fuego: ¡ése es justamente el infierno!


                                                  4

           ¡Arriesgar el corazón a la tormenta y el fuego!

           ¡Sacarlo a la calle desnudo a amar sin tapujos!

           ¡Que lo hieran no es masoquismo es valentía!

           ¡Si no nacería muerto, no palpitaría: para eso fue

           creado!

           ¡Cuánto corazón miedoso y cobarde!

           ¡Un poco de fango y raspaduras no le

            vendrían mal!

                                                  5

Ciudad tendida como amante muerta a las tres de la mañana.

Hueso de marfil roto con cadencia femenina; nocturno pleno

de grajillas brunas.

Somos los hombre asesinos de nosotros mismos ante el espejo

de esta ciudad violada.

Hemos perfeccionado el gesto de la indiferencia y  nos dolemos,

pero no nos arrepentimos.

¡Si hay doscientas iglesias que cargan con la culpa!

¡Si fuimos conquistados por la espada y el caballo!

¿No es aborrecible decir 'te amo' con tanta procacidad?

¿No despertaremos jamás de nuestra  tragedia?

Hermosa ciudad amante de estos tus crueles hijos

sentados junto a ti en la mesa de la última cena.

JC.












         
           


JC.







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