El destino es extraño, ignoto.
Uno al borde de la muerte con sendos disparos de
luz en el pecho, otro sudando vida y amor.
Pero no es injusta la muerte,
existe un mapa y un reloj para cada
recién nacido.
El mapa será su vida, y el reloj, su
momento de partida.
Moriré de sencillez
porque viví austero
de tres comidas al día;
con ropa de obrero
como jornalero de la poesía.
Y la música sonará azul
y diáfana por el blues
que cursó mis venas
Veintiun mil novecientos
días.
JC.
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