Moriré de Octubre en tu regazo, nombre de estrella.
Y ni es petulancia de reloj en diamante, preciosa mía.
Esos objetos de metal nos roban, secuestran en su tic- tac,
lo instantáneo.
Entonces gracias a la bendita neurosis del Kafka apurado,
transmutó en hoja blanca el canalla silencio del poeta, mi
rubí.
Será en el otoñal Octubre que estaré como jugando a cesar la
respiración como para siempre y tú con tu paciencia animal
meterás al comedor dioses ebrios y hobos:
concupiscencia y sabiduría que festejarán la madera que
me vestirá de muerte ese día, amor de mis otroras vidas.
José Cruz.
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