jueves, 13 de julio de 2017


En nombre de la poesía se levantaron ciudades luminosas;
los sombríos  suburbios fueron  el pretexto; la pausa contenida:
la madriguera de los apestados. Mis amigas poetas viven en casas
fincadas a golpes de viento y marea. Y perdió la humanidad su centro,
su balance fundamental. Mi hija, poeta y cantante, lidia en las calles,
con el acoso de los disfrazados de hombre que ocultan su compleja
patología. Si el presidente, abiertamente, aceptara su homosexualidad,
podría tomarle la mano a otro hombre que preside una nación amiga.
El homofóbico odia arrinconarse en las celdas de su palacio de excesos,
 y se odia a travez nuestro. La poesía revelaría este impulso escondido 
que lo atormenta y que nos  daña. En nombre de la poesía será , pues, 
el reclamo de "los jodidos" a un Gobierno que se muestra desvergonzado 
y cínico cada que lo permitimos.
Y hemos sido "enfermizamente Tolerantes".
Por eso ha llovido fuego a los pies de cada uno de nosotros; por eso,
las cenizas que honramos duelen hasta el hueso.
Cierto que la poesía no es suficiente; tendrá que ser un rezo colectivo
y espiral: ascendente como mantra.
Las tolvaneras soplan furiosas ráfagas de desdén sobre la pobrería
anónima.

JC







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