La muerte contagiosa se pega
en la ropa, en el rostro, viaja en el viento,
se aloja en la boca:
Es el hambre descolorida en el párpado
pobre.
Este país es pobrísimo y se escurre lentamente
como lágrima en el rostro del mundo.
Abrazo sus carnosos litorales con pasión animal;
me conduelo de tan brutal dolor humano.
¿Quién que no navegue en la oscuridad espiritual;
que carezca de cosmovisión y ternura, decide con
escabrosa puntualidad la muerte de su semejante?
¡No es el alfil, es el tablero de ajedrez entero!
¡Pero de nada sirve dolerme sin armar mis reclamos!
Me pertenezco y cuento con mis células y átomos
enteramente: ¡Doy pelea por la luz y los brillantes
amaneceres!
JC
No hay comentarios:
Publicar un comentario