miércoles, 9 de marzo de 2016


              ¡Adiós!


Río que corre en reversa.

Volcán que inhala su fumarola.

La mano devorada por sus propios dedos.

El ojo ciego de parpadear.

Me duele la cabeza que no tengo; sueño que vivo,

muero y despierto.

Llueve hacia arriba.

Mi sangre en reversa llena un corazón vacío.

La virtud de los locos, sensibles y torcidos, es vivir

en una caja de madera con piernas de caoba y orejas

de metal tierno.

 Camina de costado por las colinas de su fantasía que no son

 sino nubes de alambre oxidado; paisaje inventado de noche

en sus pre-sueños.

También recorre los túneles-espejo. Pero no es la Caja de Pandora,

es el ancestral caleidoscopio de Alejandría que contenía las Tablillas

de Babilonia, los pergaminos de Constantinopla, los libros de Córdoba,

los códices de Tenochtitlán

El patriarca Teófilo, en su cruzada contra los paganos, destruyó el templo

de Serapis.

La caja se detiene. Empieza a cavar en su propia arteria, la única que conserva

de todo el cableado: oigo voces que me invitan, me meto de un salto.

¡Adiós! Me despido.

JC.




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