domingo, 13 de marzo de 2016

1

     

                             I
A Patricia

Confabulo con el deseo para cambiar tu postura en la cama, amada.

Esa dulce agua de río entre tus piernas bebo cuando estás salada, amor.

Vierto silencio en tu oído: fuego callado, contenido, mi cielo.

Porque la noche es permanentemente erótica en las yemas de mis dedos.

Porque siento una nostalgia de Dios que me arroja a tus caderas, y

me veo cojo como esa silla huérfana en la alcoba.

                                         II

Sé  de la llave oculta  que te abre de par en par, más lentamente, voy

aceitandola con el telar de las soledades.

Y llegado el estertor del orgasmo no cede, y sigue, sigue como muerte lenta,

lenta y prolongada.

Morir de labios; de noche de labio sobre labio; de nocturnos fuegos.

Morir por deseo de desearte, llenarte de savia y perfumes el rostro,

la entraña.

                                           III

Gritar a las nubes oscuras: ¡te amo para siempre, loca mía!

¡Que se desprenda la noche con sus estrellas y fulgurosos diamantes!

¡Que se venga sobre nosotros la humedad y moje la ciudad y sus íntimos

muros arteriales!

Tu vientre, hondo cuenco de sudores; tus senos inquietos miran,

mirada de pleamar a mis muslos pétreos encimados en ti y tu andar

 por la senda, Patricia mía: mujer de mi vida.




JC



























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