jueves, 2 de agosto de 2018


Remendar con aguja y tendón fino los huesos astillados.
Llueve y la herida abierta traga agua con sus floreados
labios.
La guerra no cesa, se intensifica el fuego y las temerosas
almas buscan, erradamente, un amor en la refriega;
bocas que besar, cuerpos que abrazar.
Esta ha sido la eterna búsqueda humana: el amor en las
trincheras y las callejas .
El tremendo sentimiento de frustración que abraza a los
'bonzos', esos nosotros que amamos a la deriva con el
corazón siempre abierto.
El encuentro, queridos tortuosos míos , es la esplendente
 llama que arde ya en la cueva del corazón propio.
Andariegos tristeamos migajones de luz en un "Un fuera de",
cuando la brújula indica al centro del plexo solar,
inexorablemente, "Dentro de".
Y nos volvemos fieles seguidores de Benedettis, Sabines,
Nerudas, Pizarniks, Huidobros, José Carlos Becerras, y
otros monstruos autoinmolados.
Porque el poeta, de alma femenina, carga con finísimos vasos
capilares que estallan al menor roce y desencanto.
Adioses que pintan de sangre la luna; melancolías de fuego
atenuados con diazepan y ansiedades contenidas a
Clonazepanazos.
Miente el poeta, cuando es una tea ardiente, y dice: "Creo
que me arde el rostro"; "Siento miles de Soledades en este
instante".
Y es cierto:  El otoño recorre las islas".

A Paulo Gaytan, Jorge Contreras  y Rafael Catana.

JC


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