domingo, 9 de septiembre de 2018

I
Subo a mi góndola y a dos piernas navego por
los estrechos canales de mis cercanos parajes.

San Petersburgo viene a mi memoria con su fría
nieve y sus melodías alcohólicas, y

siento que cargo un oso siberiano que me lame
las orejas e imagino a las esbeltas putas moscovitas

rescatando del lodo sus jóvenes almas para enrojecer
mi rostro y humedecerme el corazón.

Preciso: fui el viejo del sombrero negro, tañendo
 blueses de la nueva Apocalipsis fuera de la sinagoga.

Mi voz de palo roto pregonó: 

¡¿Quién  fuiste, escama de serpiente?!
¡¿Fumador de mariguana,tú escupiste en mi mirada!?

En las mañanas, temprano, un pocillo de agua ardiente 
adormecía mis encías y mi memoria.

Soñaba cielos de leche espumosa y flotillas de moscas 
negreaban mis labios.

Despertaba del sueño y caía de la cama.
Caía, caía, caía.
Un día caí de la cama, caí de la tierra
y me engulló el infierno.

II
El relámpago de Hefesto incendió mi cabello: coció al 
instante mis ojos.

Tu comprabas pan y leche en la tienda a dos esquinas del
 siniestro.Cuando me viste  gritaste; 

me metiste a la regadera, me curaste y me pusiste en una 
calle a 
pedir limosna.

Todo pan se volvía piedra en mi boca, quebraba mis dientes cada
mordida porque así ha sido mi vida: una constante punzada en mi

alma tatuada de etiquetas malditas, perversas aún para el joven
que fui.

Quizo la muerte llevarme a su reino, pero imposible cargar con un
muerto que apesta a vida.

Un hilo de plata me impide partir del mundo en paz, ser despedido
y enterrado por el amor de los amigos cualquier día lluvioso.

La guerra de Marte he heredado en cada vida: soy duro de morir
porque mi espíritu pelea toda batalla.

Aún si nací con el corazón de fuera, tal atrocidad  me obliga a 
amarte con toda mi flota ateniense.

111
Habitación por cada corazón que devoré con ferocidad de tigre.
Gospel en el ritual de lamer huesos, de descarnarlos y dejarlos
blancos como el marfil.

Cuando un nuevo amor nace, grita al cielo perdón, gime la luz
gitana su destierro.

Yonki del éter, las  sustancias paganas en la sagrada noche, son
rendijas a la luz de la sabiduría escondida para los mortales:

Habitaciones fantasmales  que brotan como flores nocturnas 
donde las aves excéntricas posan su plumaje. 

Ciudades, fabricación que la ilusión impone a la humanidad; si
la locura nos arrebata ese espejismo, rasgaremos el atavismo
de la muerte y brindaremos con mezcal  por nuestra exitosa 
fundición con el Eros.

IV
Las fuerzas del espíritu se movieron veloces e intrépidas como
 coralillo.

No importan sus sin razones: derribaron al saurio depredador
de una súbita y letal mordida.

Este organismo, sangrado de todos los puntos cardinales, ignora
qué hacer: ¿seguir inmolandose internamente o aceptar orearse
en el vientecillo de la libertad...

JC





























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