martes, 7 de noviembre de 2017


Sé que la poesía no me dará para un auto, ni para
siquiera una cena en un lujoso restorán;
estas lineas de palabras son cicatrices que a veces
sangran, más las del suturado corazon.
La poesía la recojo de las calles, los psiquiátricos;
del babeo de la mujer borracha y desnuda, cadavérica.
Sé que la poesía de algunos es premiada, leída en grandes
salones que respiran al unísono, que es aplaudida y
reverenciada. Pero la reverencia más hermosa y contundente
fue la que me otorgó la muerte cuando nací.

JC

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