Amanecí con las orejas entumidas
-¡qué frío hace en el cuarto!-dijiste
El invierno se entremetió por una
rendija a untarse en nuestros cuerpos
y muebles -respondí-
Abrázame entonces, dame calor, besa mi oído
-pediste aterida-
Abracemos el mundo este momento.
En silencio revolquemos nuestros cuerpos;
en las sábanas de harina de la cama convirtámonos
en lumbre, en bosque en llamas -contesté-
Y desaparecimos uno en el otro
y no quedaron huellas, solo cálida la habitación.
A Patricia.
JC.
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