Dan las 3 am de la tristeza a los yertos
con la muerte encima chupándoles
la pulpa del alma.
¿Qué se puede escribir a esa hora que no
sea una carta de mortificada despedida
cuando se derrama sobre uno la cera gris
de la madrugada?
Trenes trasatlánticos habitados por pasajeros
solitarios con rumbo a páramos ignotos.
Así somos los que vivimos la torpeza como virtud;
el romance como desgracia; el beso como arañazo
accidental en la lejanísima intimidad diez veranos
tarde.
Uno no se ama a si mismo: uno se devora el propio
corazón; se come los labios propios y eso no es amor,
es canibalismo.
Darán las 3 am y estoy sobre la mesa donde desayuno,
como y ceno, con un bolígrafo en la mano; lentamente
escribo: adiós distantes amigos,
adiós,
pájaros
de la noche.
JC
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