miércoles, 27 de septiembre de 2017


Sentiste el brinco de la cama, te tiraste al suelo que
te meneaba como a un endeble pañuelo; caían libreros,
floreros, aparatos eléctricos; tu mascota nerviosa
chillaba. Nada garantizaba que salieras vivo o muerto.
Crujían las paredes como llorando, suplicando cesara
la marejada desatada por la naturaleza.
¿Cómo no llorar? ¿Porqué fingirse valiente si del valor
surge la cobardía? 
Queda energía bajo los escombros, energía en espera
de fundirse en ese hermoso afán de ser siempre UNA.
La vida y la muerte son equitativas, no distinguen color, 
sexo, clase social, ni raza.
Caen escaras de mampostería que emblanquece el aire,
el cabello: el terror. Se desprendió el alma de su vasija y
va a un camellón a observar el rescate de Su Memoria.

JC


  
 

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