lunes, 4 de septiembre de 2017


Las palabras solidifican en el oído del tonto lo que el tonto
escucha.

  Si el poema es dulce él lo vuelve amargo.

Así es como el amor se convierte en aceite de odio en sus oídos.

Igual sucede en sus ojos: los
pulgares de su mirada afean todo.

Te  explicaré como opera este asunto: el tonto se pretende sabio,
pero su rigidez alcanza el tope de su cabello;
lo laxo y elástico, lo grácil y sinuoso no le funciona en la cotidianeidad.

En realidad, cuando las realidades se ingieren untadas en la superficie 

de un pan sabroso, el moho de una mala vida estropea el bocado.

El amor llega a quien ama;
El dolor a quien odia.

Por merecimientos propios,
cielos o infierno habitamos.

Pero yo defiendo el corazón del ignorante porque esa es su patria, su 

comarca conocida.

Tiene arterias y ventanas al sol como las tuyas, como las mías, y palpita 

con su diastole y su sistole.

Un día, el que se le dé la gana al destino, un puñetazo de luz
lo doblará y lo pondrá de rodillas.
JC.








No hay comentarios:

Publicar un comentario