viernes, 15 de septiembre de 2017


15 de septiembre  del pasado,  la patria aún era nuestro barrio, nuestro 
chante nuestro territorio. Nos preparábamos para dar El Grito entre la familia y amigos: mesas con chelas, chescos, tequila, sabrosos antojitos: era nuestra fiesta, nos sentíamos patriotas, "bien pobremente poderoso", bien unidos.
Los parnas llegaban con banderitas tricolor, serpentinas y ya servidos.
Todos bienvenidos con los brazos abiertos y el hambre suficiente para
el atascón. Algún payaso se paró a cantar el himno, como si estuviera
en el Estadio Azteca viendo a nuestros ratoncitos jugar; "¡no seas mamón!"
alguien le gritó y le llovieron rechiflas y generosas mentadas de madre.
Afuera llovía, -"Siempre llueve el quince; qué bueno que no fuimos al Zócalo."
El tío reía - "una vez casi me dejan tuerto de un huevazo de confeti 
 en el ojo, ¡jajaja, jajaja", su aliento a "Carta blanca" apartó a varios.
De niño, mi abuela cocinaba un delicioso  y abundante pozole para muchos
comensales; ella, me contaba, donó diez pesos para recuperar el petróleo
que el infeliz de Porfirio Díaz regaló a los gringos. Admiraba al General Cárdenas  -"Un gran presidente  muy querido por nosotros el pueblo, mijo"
presumía dignamente. 
Ahora, en éste presente, no hay qué celebrar, diría la abuela Juana;
con un presidente apátrida, pro yanqui, el más repudiado,  que ha traicionado a los mexicanos y a nuestros independentistas. 
 Si acaso se llena el zócalo, será de afiliados al PRI por hambre...

 

  
JC

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