sábado, 6 de julio de 2019

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La muerte contagiosa se pega
 en la ropa, en el rostro, viaja en el viento,
se aloja en la boca:
Es el hambre descolorida en el párpado
pobre.

Este país es pobrísimo y se escurre lentamente
como lágrima en el rostro del mundo.
Abrazo sus carnosos litorales con pasión animal;
me conduelo de tan brutal dolor humano.
¿Quién que no navegue en la oscuridad espiritual;
que carezca de cosmovisión y ternura, decide con
escabrosa puntualidad la muerte de su semejante?

¡No es el alfil, es el tablero de ajedrez entero!

¡Pero de nada sirve dolerme sin armar mis reclamos!

Me pertenezco y cuento con mis células y átomos
enteramente: ¡Doy pelea por la luz y los brillantes
amaneceres!

JC

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