sábado, 29 de abril de 2017

~
El poeta eléctrico que se
refresca en la lluvia, es
transparente.

Con un equilibrio de edificio
(al que debajo le crecen semillas
de la virgen y hongos milagrosos),

la oxidada Fender de cuerdas
imposibles le ofrenda un blues.

Blues guarro de antro donde el
despecho se rebela en el tic de
morir con míseros cincuenta
pesos en la cartera.

Otras muertes son más caras,
no la del poeta que escribe

sonetos en espejos de sanitarios
públicos.

Ahí en el asfalto las lágrimas de
ciudad ingrávidas flotan:

por la amada ausente sucumbe
de amor un ramillete de amantes.

Afina la guitarra en el tono visionario
del poema: azules oscuros, rojos
turmalina y ópalo de fuego:
palabras
que respiran
cadenciosas.
(Silencio de pausa)

Amigo 'bar fly', toca para nosotros
esa misericordiosa música Yoruba,

la del bosque sagrado de
Osun-osogobo que viaja por
sus
raí
ces:
El espíritu encarnado en Dios
negro por la metáfora oscura y
su
pre
gón
que nos fue dado por la gracia poética
de las Ciudades.

El anhelo por la tribu es

UNIVERSAL

Y
Duele
Saberse
encerrado
Y
Civilizado
con
Miedo
a
La
Des
nu
dez
de
cuerpo
y
alma.

JC



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