martes, 4 de abril de 2017

Cuando los patos discuten con los cisnes.


Existe un sencillo engranaje entre las vísceras y el habla,
de al no pasar por el filtro del discernimiento, uno escupe
idioteces.
La disciplina del habla es yoguica.
Antes que nada, está escuchar: el saber escuchar.
Comúnmente la gente anda por las vida soltando sandeces
e incongruencias  en la calle o hablando "Consigo misma"
en Delirium, como Teporochos (sin serlo).
Frecuentemente los taxistas vomitan su retahíla sin pedir permiso
y ahí anda uno como bacinica llena de pobredumbre.
En las "redes" sucede lo mismo, sobre todo quienes pretende
discutir sin más argumento que el ego herido.
Lo que en la actualidad llaman "Políticamente correcto" no
es más que Lo socialmente aceptable.
Mi interés fundamental es que el público escuche; ya sus usos,
costumbres y prejuicios (si los hay), los llevaran a decidir gustar
o no, de esta música.
Por eso empatizo con el cine de Autor: no son complacientes al
exponer su forma de exponer la visión que tienen del mundo y no
intentan cautivar al gran público consumidor de clichés y palomitas.
La búsqueda espiritual y mundana, me compromete a explorar
las entrañas infinitas del Lenguaje lúdico para encontrar nuevas
expresiones eróticas y estéticas en este depositario llamado Canción:
 Así es como surgió un grupo de cineastas arrojados:
Dogma 95, la corriente que intentó romper con el cine de Hollywood.
En la década de los 90 surgió una corriente que intentó volver al cine tradicional y romper con todo la hegemonía establecida por Hollywood, el Dogma 95.
Dogma 95, la corriente que intentó romper con el cine de HollywoodLars von Trier durante la grabación de "Los idiotas"
Si hay algo que tienen en común todas las corrientes artísticas, es que éstas sirven como reflejo de lo que se manifiesta en la sociedad del momento. A lo largo de la historia, han sido muchas las diferentes vanguardias que sirvieron como vía de escape para mostrar una visión distinta a todos aquellos valores que imperaban. Una de esas corrientes es el Dogma 95, la cual supuso un punto de inflexión sobre todo aquello que se concebía como cine.
Es innegable que Hollywood domina el cine. Aunque para algunos sea algo amargo reconocerlo, el séptimo arte es una industria que bebe de su sustento económico. No significa que un gran desembolso garantice una buena película, pero sí que el éxito en el sector se encuentra ligado a la promoción que se realice de esa obra. Tener un actor reconocido, invertir en publicidad o contratar a los mejores técnicos del momento son los elementos por los que las productoras apuestan. Independientemente de si el producto final es satisfactorio o no, los ingredientes deben ser los adecuados para que ese filme se convierta en un éxito:
"Reservoir Dogs". Quentin Tarantino.
Sin embargo, a veces también se pueden encontrar joyas que escapan de todos esos convencionalismos. En la década de los 90, la democratización de los medios para hacer cine también provocó que existieran más productos de directores independientes, los cuales no necesitaban un gran presupuesto para crear sus obras. Pensemos en Reservoir Dogs, una película cuya trama principal se desarrolla en un único escenario.

Para su primer largometraje, Tarantino tomaba muchas características de la Nouvelle vague defendida por los cineastas franceses a mitad del siglo XX. De estos mismos valores también se nutrirá otra corriente aparecida en 1995 por Lars von Trier y Thomas Vinterberg, el Dogma 95.

Sus orígenes

Del mismo modo que François Truffaut o Jean-Luc Godard en Francia, en Dinamarca también se iba a cultivar un sentimiento de romper con los cánones establecidos por la industria cinematográfica del momento.

El momento seleccionado para inaugurar el Dogma 95 no fue escogido al azar. En 1995 se celebraba el centenario del séptimo arte, 100 años desde que los hermanos Lumière efectuaran su primera proyección, una ocasión que no fue aprovechada por Lars von Trier para leer un discurso sobre dicha celebración, sino para inaugurar ante todo el mundo la vanguardia que intentaría quebrar los pilares sobre los que se sustentan las producciones de Hollywood.

Así, el director danés pasó a leer lo que ellos mismos llamaron como “Manifiesto del Dogma 95”, una serie de reglas que se debían seguir para crear una obra que se adaptase a las exigencias de este nuevo modo de hacer cine.

El manifiesto

Certificado otorgado cuando un filme cumplía las reglas del Dogma 95
Certificado otorgado cuando un filme cumplía las reglas del Dogma 95
El manifiesto mencionado tenía como objetivo establecer unas premisas para combatir el cine que provenía de las altas productoras estadounidenses. Intentaban dejar claro que hacer un buen producto no debía ir ligado a tener un alto presupuesto. Asimismo, reivindicaban lo real como sinónimo de pureza y autenticidad cinematográfica.

Como von Trier señala en su voto de castidad, “juro que me abstendré de crear una obra, porque considero que el instante es mucho más importante que la totalidad”. Por lo tanto, no queda ningún tipo de reducto para la ficción, lo que vemos es lo que la cámara capta en ese momento.

Para comprender mejor la esencia del Dogma 95 sería conveniente acudir a su manifiesto, donde se condensa todo lo que debe ser esta vanguardia.
1) Los rodajes tienen que llevarse a cabo en locaciones reales. No se puede decorar ni crear un "set". Si un artículo u objeto es necesario para el desarrollo de la historia, se debe buscar una locación donde estén los objetos necesarios.
2) El sonido no puede ser mezclado separadamente de las imágenes o viceversa (la música no debe ser usada, a menos que esta sea grabada en el mismo lugar donde la escena está siendo rodada).
3) Se rodará cámara en mano. Cualquier movimiento o inmovilidad debido a la mano está permitido. (La película no debe tener lugar donde esté la cámara, el rodaje debe tener lugar donde la película tiene lugar).
4) La película tiene que ser en color. Luz especial o artificial no está permitida (si la luz no alcanza para rodar una determinada escena, ésta debe ser eliminada o, en rigor, se le puede enchufar un foco simple a la cámara).

"The king is alive". Kristian Levring .
5) Se prohíben los efectos ópticos y los filtros.
6) La película no puede tener una acción o desarrollo superficial (no pueden mostrarse armas ni pueden ocurrir crímenes en la historia).
7) Se prohíbe la alienación temporal o espacial. (Esto es para corroborar que la película tiene lugar aquí y ahora).
8) No se aceptan películas de género.
9) El formato de la película debe ser el Académico de 35mm (1:1.85).
10) El director no debe aparecer en los títulos de
"La celebracion". Thomas Vinterberg.
Pero, ¿a qué llegó todo esto? Como era de esperar, serían sus propios creadores los primeros en crear productos que cumplirían los requisitos para ser incorporados dentro de la corriente, como “La celebración” de Thomas Vinterberg o “Los idiotas” de Lars von Trier, las cuales llegaron a competir por la Palma de Oro sin ningún resultado.
La película de Lars von Trier es una crítica sobre aquello que la sociedad considera “no normal”. Un grupo de jóvenes empiezan a simular discapacidades mentales con el único fin de conseguir los objetivos que se proponen. Así, “hacer el idiota” se convierte en una manera de escapar de lo normal, una forma de romper el estado natural según el cual se rige nuestra sociedad. Para ello, el director danés experimentó con enfermos mentales reales, a los cuales ofreció papeles secundarios en el filme. Además, los actores principales también visitaron centros psiquiátricos reales, todo ello con la intención obviar la interpretación para que ésta se convirtiese en realidad.

"Lovers". Jean-Marc Barr.
"Lovers". Jean-Marc Barr.
Tras eso, como se refleja en Internet Archive se llegaron a grabar más de 300 obras con tales características. Sin embargo, muchas de ellas no cumplían exactamente las normas que se debían seguir según el manifiesto. Era difícil controlar que un director no abriese una ventana para alterar la luminosidad de la escena, la corriente requería un compromiso moral y no todos estaban dispuestos a aceptarlo.
Al margen de si somos adeptos o críticos del Dogma 95, como mínimo, debemos reconocer que intentar combatir la industria estadounidense en plena década de los noventa supone un signo de valentía. Las corrientes buscan cambiar el rumbo de lo existente, y son éstas las que en su conjunto resultan necesarias para definir nuestra cultura actual.

Blues poético cargado de irreverencias: imágenes cinematográficas cargadas de símbolos.

JC




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