lunes, 24 de abril de 2017


Amate tan solo un poquito nada más;
sal a gritarle a las palomas, diles que
fluyen corrientes de mar en tus venas.

Quiere a esa sombra que te unta lodo
en los párpados, que te hace ser grosero
con la noche cuando esta te brinda
collares
              de cometas engarzadas.

No te digas inútil, no te odies por no
entender el misterio de las hormigas
para soportar un chaparrón,
             por ignorar que la melancolía
es un gotero oculto en el rabillo de
los ojos, que a veces se presiona solo
y uno se bate en un escurridero de
lágrimas.

Entiende que pudiste nacer árbol,
silicio o cascada permanente, pero
no fue así.

Naciste animal humano con poderosos
dientes; con una mente que sabe sumar
los cántaros de un río y las monedas.

Que desayunas a las diez leche y
bizcochos; que acaso, la jungla que
enfrentas es esta ciudad.

Que tienes manos para masturbarte
cuando no tienes otra cosa que hacer
sino
estar solo y masturbarte.

Tu alma es la nube que te sigue cuando
vas en taxi a la fuente de los deseos a
darte permiso de ser codicioso; de
sentirte pobre y rico en dudas ante la
astucia del millonario roble donde grabaste

un corazón flechado.

Búscate aunque sea en la arenilla de las piedras;
en el espejo del lago al que concurres con tu novia:
bésala y dile que ignoras quién eres, quien vive
en tus adentros.

Verás que ella te responderá lo mismo y te abrazará
aliviada de no ser la única loca en el mundo.

Es verdad que uno anda pisando la estima
en el transporte público, con ganas de ser
abrazado.

Tristeando en tonos grises como la tarde
aplomada afanada en esa ansia de volverse
oscura.

JC

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