martes, 15 de octubre de 2019

Esa pareja a lo lejos, esos dos abrazados nutriendose de  amor, dan envidia.
Cómo la pasión del beso infinito los yergue y los vitamina y los exime del dolor,
del penar para la batalla de la vida; eso también da envidia.
Ella se descalza y se sienta en el césped del parque a lo lejos; el prolonga el beso
mientras la acurruca en sus brazos de árbol ante la envidia de los ojos solitarios;
las almas solitarias, los cuerpos solitarios; ante los abandonados, los tristes expulsados del amor.
Porque ése territorio no es para todos ni cualquiera. Porque hay un algo de magia
en ellos. Porque, quizá, ambos cargan un puñado de méritos que los exenta de la
soledad. O porque debieron sufrir mucho en una guerra, o porque en otra
vida se traicionaron.
Allá a lo lejos, una mujer y un hombre, sanan con su amor, un mundo enfermo de
abandono, de orfandad: y eso da envidia.

JC

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