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¿Quién desea untarse una poca de vejes en el rostro, en los brazos,
en medio torso?
Ser la mujer de caminar encorvado o el viejo desdentado y sordo.
Anoche conversé con un desahuciado, el tenor de la charla aconteció
a media voz, bajo la lánguida luz de un quinqué.
Y recordábamos sus años de rey del tiempo, y de los arrojados lances
borderline contra su propio existir.
Sus perdidas batallas contra la obsesión de drogarse y devorar a mordiscos
el mundo. Supuesta alma de acero dentro de un débil telar de arterias rojas
pues su madre así lo había decretado cuando solo poseía una sensibilísima
arquitectura de artista.
Cada susurro fue aumentando
hasta convertirse en una revitalizada plática.
Así finalicé mi soliloquio.
JC
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