martes, 6 de junio de 2017

A.R.


La extrema derecha se mueve, se reconfigura y se reposiciona frente a los ojos de un liberalismo y una izquierda cada vez más pasmados e incapaces de responder con certeza y eficiencia los retos que plantea el mundo. No es un tema menor: la nueva derecha o derecha alternativa (Alt right) no sólo ganó la elección en EU machacando a los demócratas, también lo hizo con la derecha tradicional de los republicanos. Estas nuevas expresiones de la derecha van más allá del nacionalismo y ganan terreno en otros países, principalmente en Europa.
El fantasma del fascismo del siglo XX aparece detrás de estos movimientos xenófobos, pero el riesgo está en pensarlos con viejas categorías y no entender lo que está pasando en ellos. La nueva derecha en EU, en Gran Bretaña, Holanda o Francia tiene en común: su xenofobia no es racial, es cultural (dos artículos recomendables: “Alt Right: radiografía de la extrema derecha del futuro”, de Marcos Reguera, investigador de la Universidad del País Vasco y “France 
Braces for the Now-Possible Impossible”, de Sylvie 
Kauffman, directora editorial de Le Monde publicado en el The New York Times).
La diferencia entre la xenofobia racial y la xenofobia cultural radica justamente en que lo que se pregona no es la superioridad de una raza (aunque está implícita) sino la prevalencia de una cultura sobre otras y la incompatibilidad de la convivencia entre ellas. La Alt right concibe la nación como un etno-Estado. No son los skinhead que persiguen turcos en el metro de Berlín sino jóvenes Millennials educados en grandes universidades y que son capaces de citar a los filósofos de la escuela de Frankfurt para argumentar la identidad cultural y tienen en Samuel Huntington y El choque de las civilizaciones su principal inspiración. Sus batallas no son corporales ni a palazos, sino con discursos sofisticados y el manejo de la ironía en redes sociales.
Las dos grandes corrientes, identificadas por Reguera, están organizadas alrededor de páginas informativas de Internet: la corriente Radix encabezada por Richard Spencer, con Radix Journal, y Breitbart, que toma su nombre de la página del mismo nombre y que lidera el asesor de Seguridad de Trump, Steve Banon.
Alt Right y Donald Trump no hablan ya de supremacía blanca, sino de la América Europea. Las políticas de exclusión son contra la cultura latina o contra el Islam. La nueva derecha, además, antifeminista, al grado de haber adoptado conceptos como Manosphere, que no es sino la defensa de los derechos de los varones frente a lo que ellos llaman “la opresión del feminismo” y de “lo políticamente correcto”. Dentro de las dos expresiones de Alt Right hay personajes homosexuales, pero antifeministas: hablan de sí mismos como “gays masculinistas”.
La nueva extrema derecha es mucho más compleja y extendida de lo que imaginamos. Es momento de parar antenas.

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