domingo, 14 de agosto de 2016

Destierro.


De esa urticaria que le brota a los solitarios que se sientan en los

parques a esperar el otoño y el amor.

De esa calavera que sonríe sarcástica cuando un alma con su carga a

cuestas intenta sobarse el frío del lomo.

De ese cabello negro azabache que ciega los ojos de una atemperada

mujer:

enciendo, entonces, una amorosa y solidaria fogata en mi corazón.

Tú que tejes ese suéter de nostalgia y lo vistes con un dejo de viudez,

ven a mi desnuda para entibiar tus pechos con mi aliento.

Lloremos juntos el destierro que duele hasta los huesos de ser tu mi

Eva y yo tu Adán.




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