domingo, 29 de octubre de 2017

Me cruzo de
brazos y hago muina.

Estoico aprendí de niño a callar.

Alguien gritaba más
fuerte que yo  pero núnca me acostumbré a los golpes y surgió el miedo a devolverlos:
surgió una gran impotencia.

El maltrato
fue un credo al que rezaban los pedazos de niño que
quedaron.

Es como si fuera un país
arruinado por su gobernante.

Él empeñado en ser tirano,
yo, un guarda del silencio sumiso.

Y aprendí a lanzar piedras a escondidas,
a robarle astucia a la
pobreza,
a sentir una
frágil y fina desvalidez
que me hacía inmune: casi
invisible.

Todo esto dentro, ahora
lmaginenme
frente a un aparador de
cristal reluciente.

JC

No hay comentarios:

Publicar un comentario