sábado, 31 de diciembre de 2016


                                       *El lector

Soy el que se tragó tus sobras mientras  dormías. Llegué al cuarto para el ratito de tu día de bonanza; tienes helados los pezones, Ángel, pero tu aliento es agradable. Los relojes me importan una mierda, mi tiempo lo regula la sed de amor. El día es noche para mi, pues estoy ciego.
Toco o más bien sobo las puertas por su textura lisa y rugosa y por su olor a madera, las sobo: tienes una puerta sexy y cachonda.
Desconfío de ti y del mundo; toda vez que me asusto me devuelvo a mis adentros, a mis tripas. Me gusta leerlo todo, desde tus ojos hasta tu piel: tu piel leo como mi libro favorito. Soy un lector andante y devoro escritos con mi ceguera ¿Cómo lo hago? no lo sé, qué importa: en este mismo momento leo lo que escribo. Y aclaro:  no soy sabio ni genio ni culto: soy veedor y trasluzco  las palabras con mi no- vista,  eso es todo.
Te contaré algo, no sé si un relato o una historia, pero seré breve: vi que una mujer se desnudaba todas  las noches para dormir, antes dejaba sus aretes en el tocador, se sentaba al espejo a cepillarse el negro cabello: tenia un hermoso y largo cabello como el tuyo.
Digo: se desnudaba para dormir con la luz encendida: qué bellas las féminas desnudas y descaradas; y cuando están ebrias  y desnudas: el descaro es erótico y excitante.
La mujer desnuda apagó la luz y para su desgracia no intuyo ni sospechó que yo estaba ahí, así que le tapé la boca para silenciarla y la amé toda la noche.

Blues y luz
José Cruz.  

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