martes, 6 de febrero de 2018

"El qué dirán" rige la vida de la mayoría de la gente.
El ser socialmente aceptado, refuerza la enfermiza
necesidad de pertenecer a toda costa incluido el
perder la identidad.
Este sentimiento es muy poderoso y sumamente
peligroso.
Un determinado sistema político, social y económico
usa este sentimiento para estandarizar la conducta
moral y controlar la esponaneidad, el Eros e incluso
el Tánatos de la sociedad.
"Si no soy visto no existo". Este silogismo es ilógico,
pero predominante en la psiquis humana.
Contrario a éste, la capacidad de ser el Observador,
que predomina en las culturas primigenias y en Oriente,
es la enseñanza adecuada por saludable.
Un ejemplo: el artista que sube al escenario ¿es
el observador o lo observado?
Si se asume como "lo visto", se vuelve objeto de observación
y deja de ser sujeto del arte que expone.
Contrariamente, es afectado por la respuesta del público quien
adquiere una relevancia mayor al hecho artístico; mas si adopta
el papel del observador, él es el veedor, el testigo
y se desapega de "la necesidad de ser aceptado y reconocido"
por nadie: se vuelve supremamente libre expositor de su forma
de ver y mostrar su visión estética del mundo.
Desde niños fuimos acondicionados a buscar la aceptación.
Nuestros padres, voces de autoridad y nuestra necesidad innata
de ser amados por ellos,  provoca la falacia de que debemos
 "ser autorizados" a existir de forma externa.
El entendimiento erróneo se consuma porque ellos fueron
condicionados, también por voces de autoridad.

JC




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